ADORACIÓN
EUCARÍSTICA
PERPETUA
Cuatro
años
de
Adoración
Diurna
y
más
de
dos
de
Adoración
Perpetua.
Ése
es
el
tiempo
que
llevamos
en
Almendralejo
adorando
al
Santísimo
Sacramento
del
Altar.
Pero,
¿qué
es
Adorar?.
Y,
¿a
quién se
adora?.
¿Por
qué?.¿Cuándo?.
¿Cómo?.
¿Dónde?.
Adorar
consiste
en
reconocer
la
grandeza
y
majestad
de
un
ser
infinitamente
superior
a
cualquier
otro
de
naturaleza
humana.
Este
acto
conlleva
la
oración
íntima,
la
alabanza
incondicional,
la
súplica
del
perdón, la
petición
humilde,
la
contemplación
espiritual
y
la
acción
de
gracias
personal
.
El
destinatario
de
la
Adoración
es
Dios
mismo,
cuya
presencia
real
en
la
Sagrada
Forma
la
corroboró
el
Concilio
de
Trento:
"En
el
Augusto
Sacramento
de
la
Eucaristía,
después
de
La
Consagración
del
Pan
y
del
Vino,
se
contiene
verdadera,
real
y
substancialmente
nuestro
Señor
Jesucristo,
verdadero
Dios
y
hombre,
bajo
la
apariencia
de
aquellas
cosas
sensibles"
(Trento,
155l:Dz
874/1636).
La
Adoración
es
un
culto
debido,
exclusivamente
,
a
Dios
(latría),
diferente
al
culto
debido
a
la
Virgen
María
(hiperdulía),
a
los
Santos
(dulia)
y
que
está
expresamente
recogido
en
las
Sagradas
Escrituras
cuando
Satanás
tentó
a
Jesús:
"Al Señor
tu
Dios,
adorarás;
a
ÉL
sólo
darás
culto"
(Mt.
4,10).
Para
Adorar
a
Dios
no
se
necesitan
requisitos
ni
normas
de
clase
alguna.
Incluso
pueden
hacerlo,
si
viniere
al
caso,
aquellas
personas
que
pudieran
estar
alejadas
de
Dios
y
de
su
Iglesia.
Numerosos
testimonios
ratifican
este
aserto.
Porque
para
Adorar,
sólo
es
preciso
cierto
grado
de
predisposición
que,
a
veces,
aparece
de
forma
imprevista
y
natural.
Muchos
son
los
que,
al
pasar
por
una
Iglesia
abierta,
penetraron
en
la
misma
con
el
deseo,
a
primera
vista,
de
admirar
las
obras
de
arte
que
en
su
interior
existieran.
Y,
suele
suceder,
que
permanecieron
allí
para
algo
más.
Y,
suele
acontecer,
que
salieron
de
allí
de
forma
harto
diferente
a
cuando
entraron.
El
momento
puede
ser
cualquiera.
De
día
o
de
noche.
En
días
de
fiesta
o
laborables.
Con
traje de
gala
o
con
indumentaria
de
calle.
Pero,
eso
sí,
con
respeto,
con
educación,
en
silencio,
en
abandono
total.
Poco
importa
no
saber
qué
decir
o
hacer.
El
Santo
Cura
de
Ars,
afirmaba:
"Yo
le
miro
y
Él
me
mira'.
Y
con
eso
tenia
bastante.
Pues
para
el
resto
de
los
mortales
es
más
que
suficiente,
simplemente,
con contemplarle.
O
darle
gracias
por
algún
favor
recibido.
O
contarle
nuestras
cuitas,
problemas,
necesidades,
penas
y,
¡por
qué
no!,
también
nuestras
alegrías,
proyectos
y
sentimientos.
Y,
por supuesto,
pedirle
cosas:
solicitarle
su
perdón,
suplicarle
por
un familiar
enfermo,
rogarle
por
un
hijo
extraviado,
implorarle
por
un
amigo
alejado.
¡Son
tantas
cosas
por
las
que
podemos
y
tenemos
que
recurrir
al
Señor!.
"Nos hace falta
redescubrir
la
Oración,
la
contemplación"
(Benedicto
XVI).
La Adoración Eucarística Perpetua es un don de Dios y no un movimiento más de la Iglesia Católica. Pertenece a todos, no se excluye a nadie ni suplanta nada. No posee estatutos, no se abonan cuotas, no se rige por principios de jerarquía. Solamente es necesario: nuestra presencia en silencio, nuestro sentimiento de reverencia, nuestro gran deseo de comunicarnos con Dios y disponer de una hora semanal. Lo demás, lo pone el Señor. "El culto a la Eucaristía fuera de la Misa es de inestimable valor en la vida de la Iglesia " (San Juan Pablo II. Encíclica "Ecclesia de Eucaristía"). Porque quien adora, aún sin percatarse de ello, está colaborando con una nueva forma de evangelización, aunque no sea más que por su testimonio de adoración y de acercamiento al Señor del Universo.
Y
es
en
los
templos
católicos
donde
se
rinde
este
culto
al
Santísimo.
En
algunos,
de
forma
permanente,
continua,
de
por
vida.
Ésa
es
la
veneración
humana
y
cristiana de
la
Adoración
Eucarística
Perpetua que,
en
nuestro
pueblo,
Almendralejo,
se
presta
en
el
Convento
de las
Hermanas
Pobres
de
Santa
Clara.
Sus
puertas
siempre
están
de
para
en
par.
Como
dijo
el
Padre
Justo
Antonio
Lofeudo
(MSE),
"La Adoración
Perpetua
significa
tener
las
Iglesia
siempre
abierta"
(El
Periódico
de
Extremadura.
16-05-2.014).
Desde
el
primer
instante,
al
traspasar
el
cancel
de
este
austero
monasterio,
ya
estamos
en
manos
de
Dios
y,
aunque
no
le
veamos,
nos
saluda
con
alegría,
porque,
para
Él,
no
somos
unos
extraños.
Está
esperando
que
nos
acerquemos
a
verle.
Le
gusta
estar
acompañado.
Se
entristece
cuando
se
encuentra
solo.
Se
le
iluminan
los
ojos
cuando
ve
entrar
a
alguien
joven.
Así
que,
no
lo
pienses.
Si
te
encuentras
apesadumbrado,
intranquilo,
falto
de
algo
que
no
sabes
definir
o,
simplemente,
deseas
disfrutar
o percibir
qué
es
eso
de
la
paz
interior,
de
la
soledad
acogedora
o
del
sano
sentimiento
de
dar
sin
esperar
nada
a
cambio,
dirige
tus
pasos
hacia
el
Convento
de
Santa
Clara.
Seguramente
que
el
Señor,
con
los
brazos
abiertos,
te
dirá
algo
así
como:
"¡Adelante,
pasa,
siéntete
como
en
tu
casa!.
Hace
tiempo
que
te
estaba
esperando.
Dime
qué
quieres.
Y
no
tengas
penas
ni
miedos,
porque,
a
mi
lado,
sólo
existe
el amor,
la
alegría
y
la
esperanza ".
¡Inscníbete!
Avelino
Ruiz
Cortés
Coordinador
General