TESTIMONIO EN EL 4º ANIVERSARIO DE LA
ADORACIÓN PERPETUA DE ALMENDRALEJO
Buenas tardes hermanos:
Hoy, 24 de junio día de S.
Juan, celebramos también el 4º aniversario de la Adoración Eucarística Perpetua
en nuestra comunidad cristiana de Almendralejo, y las Hermanas Clarisas me
pidieron ayer que hablara a vosotros, mis hermanos en la fe, sobre qué ha
significado esta Presencia viva para mi vida. Pido al Espíritu Santo que
descienda sobre mí y pueda ser yo testigo de Ella.
Soy hija de la Iglesia,
elegida por la gracia de Dios, así me siento desde que tengo conciencia.
Siempre Cristo resucitado ha atraído mi mirada hacia Él, Él se encargó de
alcanzarme y yo desde hace tiempo en mi estado de whatsapp llevo las palabras
de S. Pablo:
“Prosigo
mi carrera para alcanzarlo, como Él, el Mesías (Jesús) me ha alcanzado ya”
(Carta a los Filipenses 3,2)
Cuando leía estas letras a los
Filipenses, nunca pensé que en esta carrera
de la vida me iba a encontrar algunos obstáculos que aparentemente la
frenarían, como el de la debilidad de las propias fuerzas. En octubre del 2017
me detectaron unas células cancerígenas y el 24 de octubre, día de San Antonio
Mª Claret, me operaron por primera vez, después vendría una segunda operación y
luego los tratamientos que muchos de vosotros ya conocéis por amigos o
familiares; pero hoy estoy muy bien, aquí y ahora, en este presente que es el
único tiempo que tenemos para dar gracias a Dios.
Ser adoradora desde hace
cuatro años, junto con mi marido Antonio, ha significado el regalo más grande
que Dios nos había dado ya, para que pudiéramos afrontar la debilidad, Él nos
estaba preparando el camino en esta carrera para alcanzarlo que dice San Pablo;
pues las 4 de la tarde de los martes y las 5 de la madrugada del sábado, había
preparado nuestras almas para no vivir distraídos ante los acontecimientos que
nos sucederían en estos 9 meses. Todos los que habéis estado cerquita de
nosotros habéis podido presenciar ese tiempo de mi enfermedad, en el que los
cinco, mis hijos y nosotros, hemos
experimentado que se nos ha dado el ciento por uno y en el que hemos podido
compartirlo con la gran compañía de dos familias entregadas hasta el extremo y
de amigos incansables ante la adversidad. Ha sido un tiempo privilegiado y una
ocasión de abrazar lo verdadero de la vida.
Nos hemos sentido sostenidos
por la oración comunitaria, ¡Qué maravilla recordar que había un lugar, un
rinconcito de Almendralejo donde delante del mismísimo Dios una compañía de
hermanos oraban por nosotros! ¡Qué fuerza física tan importante! ¿Cómo no
íbamos a sentir y a ver que Cristo ha resucitado para quedarse entre nosotros?
Hermanos habéis sido testigos para nosotros de los signos de la Resurrección.
Vuestro gesto, vuestra
compañía se han unido a otros gestos, a otras compañías de nuestra madre la
Iglesia; por ejemplo, al gesto de la imposición
de manos, que recibí en dos ocasiones en casa, se hicieron presente las
palabras de San Pablo a Timoteo en los primeros años del Cristianismo:
“Por
eso te recuerdo que avives el carisma de Dios, que recibiste por la imposición
de manos, pues el Espíritu que Dios nos dio no es de cobardía, sino de fuerza,
amor y templanza “(Carta de Timoteo 1,6)
Un día al escucharlas en misa,
me quedé profundamente agradecida a Dios, pues precisamente a partir de la imposición de manos en nuestra casa, mis
hijos, María, Antonio y José Fernando, y nosotros dos, experimentamos esa
FUERZA, ese AMOR y especialmente esa TEMPLANZA.
La PAZ, la TEMPLANZA, ha sido
el carisma de este tiempo, de estos 9 meses, que ha hecho que la carrera por alcanzarlo no se haya
frenado, sino que haya cogido impulso ante la vida. Incluso el tiempo de espera
en los hospitales ha sido ocasión de nuevo para el encuentro con el hermano,
nada se ha perdido. Aquellas largas horas, que podrían haber sido tediosas y
sin sentido, se convirtieron una vez más en un momento especial para hablar,
animar, acoger al OTRO que Dios nos ponía delante. El mundo necesita de Dios,
si el hombre no tiene a Dios es un rostro sin esperanza y eso se llama
TRISTEZA; Yo me he sentido reconfortada con la PAZ y esta me ha llevado a una
serena ALEGRÍA que hoy comparto con vosotros, porque cada instante de la vida
es una ocasión para estar con Dios y me siento profundamente agradecida por
ello. Gracias por teneros y por llevarme entre vuestras manos en estos momentos
de la vida que a mí me cuesta más caminar.
Pidámosle juntos al Espíritu
Santo que despierte en cada uno de nosotros la espera de Él, el deseo de Él, de
Jesucristo, como lo deseó San Juan cuando el Ángel se le apareció a Zacarías y
le dijo: “se llenará de Espíritu Santo ya
en el vientre materno…”
Desciende
Santo Espíritu